Durante un tiempo a esta parte se ha optado por cambiar la reflexión que entrega el libro por la inmediatez del periódico, gran legado del iluminismo y la modernidad.
Este cambio ha generado que la prensa y los medios se transformen en una quinta columna en la que las temáticas que se hablan allí se transforman en verdad y dada su inmediatez no se da tiempo a razonar o simplemente se censuran otras miradas. Es por decirlo de alguna manera la forma más eficiente en que se transforma lo relativo en absoluto y lo absoluto en relativo.
A través de los medios de comunicación y la prensa en general se van condicionando los pensamientos de la masa para que luego vayan estas haciéndose carne en programas de televisión, temáticas de entretención (incluso a partir del dolor ajeno), llegando a la conversación de sobremesa también.
Nada más beneficioso para el poder que generar antagonismo y quien no lo haya visto ya será capaz pronto de verlo por recurrencia.
El exceso de información no genera un ciudadano más informado, sino que a la luz de los hechos y en rigor de verdad, no es más que una fórmula de “censura inversa” en qué se ve la persona envuelta en aceptación a modo de acto de fe a través del “discurso políticamente correcto”, haciendo así a la ciudadanía cómplice de una idea entregada a modo de bolo alimenticio bien masticado y procesado que puede, nada más ni nada menos, ser tan solo verdad en grados pero es mostrada en el titular cómo la gran verdad revelada.
Estas verdades absolutas reveladas que no son más que mentiras muy bien contadas pueden a la postre transformarse en ley, pues vale recordar que por un lado como animales políticos que se es todo puede ser objeto de ėsta y al hacerlo se entra en la “cadena cadena trófica” en la que se encuentra el depredador y junto con este el carroñero, el león y la hiena, y por otro es la mágica creación de lo dual, gran herramienta política, en que hecha la ley presta es inmediatamente la trampa.