Hombre, te he llamado porque soy
la Diosa de la Fantasía. Te he
concedido el honor de presentarte
ante mí, la reina de las praderas
de los sueños. Escucha mis órdenes
porque te designo para que las
prediques a toda la raza humana.
Explica a los hombres que la ciudad
de los sueños es una fiesta de
casamiento a cuya puerta se
halla de guardia un poderoso
gigante. Nadie puede entrar
si no usa ropas de casamiento.
Haz de saber que esta ciudad es un
paraíso cuyo centinela es el ángel del Amor; ningún ser
humano puede entrar si no lleva
inscripto en la frente el signo
del Amor. Descríbeles estos
hermosos campos, cuyos ríos
fluyen con néctar y vino, cuyos
pájaros navegan por los cielos y cantan
con los ángeles. Describe el perfume
cromático de sus flores y comunica
que sólo el Hijo del Sueño puede
pisar su muelle pasto.
Haz saber que di al hombre una copa
de alegría, pero que él, en su
ignorancia, la derramó. Entonces
los ángeles de la Oscuridad llenaron
la copa con el brebaje de la
aflicción, que el hombre bebió
hasta embriagarse.
Soy una metáfora que abarca la
realidad y soy la realidad que
revela la unidad del espíritu
y un testigo que confirma los
hechos de los dioses.
En verdad te digo que las
ideas tienen una morada
superior al mundo visible
y que en sus cielos no navegan
las nubes de la sensualidad.
La imaginación se abre
camino al reino de los dioses
donde el hombre puede
vislumbrar lo que hay después
de la liberación del alma
del mundo de la sustancia.
– Proclamo que quien no
pasa sus días en el reino
de los sueños es esclavo de
los días.